Bebido el claro de luna, ebrios de horizontes,
Decidimos que vivir era abrazar
El rumor de los pinares, el azul de los montes
Y todos los jardines verdes del mar.
Pero somos solitarios y pasamos,
Ni los frutos ni las flores son nuestros,
El cielo y el mar se apagan, fuera de nosotros,
Y se tornan fantasmas que soñamos.
Por qué los jardines que no cosecharemos,
Límpidos en las auroras nacerán,
Por qué el cielo y el mar si no seremos
Jamás dioses capaces de vivirlos.