domingo, 10 de agosto de 2025

LA MAR, de SIMONE WEIL

 


Mar dócil a las riendas, mar sumisa en silencio,

Mar dispersa, con olas para siempre encadenadas,

Masa  al cielo ofrecida, espejo de obediencia.

Para tejer cada noche pliegues nuevos,

Los astros a lo lejos, sin esfuerzo, tienen poder.

 

Hasta que la mañana llega a colmar todo el espacio,

Y acoge y devuelve el don de la claridad.

Un ligero fulgor se posa en su superficie.

Se esparce en la espera y sin deseo,

Bajo el día que crece, centellea y desaparece.

 

Los reflejos de la tarde harán lucir súbita

El ala suspendida entre el cielo y el agua.

Las olas oscilantes y fijas a lo liso,

Donde cada gota, sucesivamente,  sube y desciende,

Y permanecen abajo por ley soberana.

 

La balanza con brazos secretos de agua transparente

Se pesa a ella misma, y la espuma, y el hierro,

Justa, sin testigo, para cada barco errante.

En el nave un hilo azul traza un vínculo,

Sin ningún error en la línea aparente.

 

Inmensa mar, a los mortales desdichados sé propicia,

Apretados junto a ti, perdidos en tu desierto.

A quien va a naufragar háblale antes de que perezca.

Entra hasta su alma, oh mar, hermana nuestra;

Dígnate en lavarla en tus aguas de justicia.


Marsella, 1941-1942

(De Poemès, Gallimard, 1968)


sábado, 2 de agosto de 2025

RIMA 73 PARA LUCREZIA BENDIDIO, de TORCUATO TASSO

 


Viví: en la primera edad, Amor y Esperanza

Me hacían la vida más bella y florida;

Ahora falta la esperanza, y también la vida

Que de ella se nutría, se extingue al unísono.

 

Ni aquel deseo que se esconde y teme

Puede consolar a la virtud perdida;

Y entonaré de la muerte, placentera a mí,

si no puedo del amor, las metas extremas.

 

Oh Muerte, oh descanso en todo estado humano,

Seca planta soy que ya su fronda al viento

No despliega y me riego en vano.

 

Ah, ven, Muerte suave, a mis lamentos

Ven, oh piadosa, y con piadosa mano

cubre estos ojos y estos miembros ya gélidos.


(De Rime d'Amore c.1585, en Le Rime di Torquato Tasso, 1898)








EL INFINITO, de GIACOMO LEOPARDI

  Siempre me fue querida esta yerma colina, Y este seto, que gran parte Del último horizonte excluye a la mirada. Pero sentado y miran...