El enojado aventar del siroco
que el abrasado terreno amarillo verdoso
calcina;
y arriba, en el cielo lleno
de apagadas luces
se desliza cualquier vedija
de nubes y se pierde.
Horas perplejas, temblores
de una vida que huye
como agua entre los dedos;
desasidos episodios,
luces–sombras, conmociones
de las cosas inestables de la tierra;
Oh áridas alas del aire
ahora soy yo
la pita que se prende a la grieta
de los escollos
y evita el mar de los brazos de las algas
y abre anchas grutas y se aferra a las rocas;
y en el fermento
de cada esencia, con mis capullos cerrados
que ya no saben abrirse, siento hoy
mi quietud como un tormento.
(De Ossi di seppia, 1925)
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