Sobre la arena de Gela de color de paja
me recostaba de niño a la orilla del mar
antiguo de Grecia ahíto de sueños en los puños
cerrados y en el pecho. Allá Esquilo exiliado
midió versos y pasos dolientes,
en aquel golfo abrasado el águila lo vio
y fue su último día. Hombre del Norte, que me quieres
ínferior o muerto para tu paz, espera:
la madre de mi padre tendrá cien años
en la primavera nueva. Espera: que mañana yo
quizá juegue con tu cráneo amarillo por las lluvias.
(De Il falso e vero verde, 1956)
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