No oigo mis pasos en el sendero
mudo por donde el Sueño me conduce.
Es la hora del silencio y de la luz.
Como un velario de perlas es el cielo.
Alcanzan los cipreses con sus oscuras
puntas aquel cielo: inmóviles, sin llanto;
están tristes, pero no tan tristes
como los cipreses de las sepulturas.
El país de alrededor es desconocido,
casi informe, habitado por un misterio
antiquísimo, donde mi pensamiento
se pierde, andando por el sendero mudo.
No oigo mis pasos. Soy como
una sombra; mi dolor es como una sombra;
mi vida toda es como una sombra,
vaga, incierta, indistinta, sin nombre.
(De Poema paradisiaco, 1893)
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