Vos, Señor, que me habéis concedido los misterios del Yo
y su carne / y su verbo. Vos, Señor
que de la carne habéis hecho bronce y del verbo habéis hecho
plata,
compadeceos de este desear el Mundo con
ojos de mujer: profetizo las razones de los sabios y
entendidos
y la belleza de los sencillos, también el dolor de saberse
barro —también el dolor. Vos, Señor,
que habéis maldecido como se maldicen los que, en el Templo
compran y venden el amor de las naciones, compadeceos
de este desear el Mundo con manos de mujer: sostengo
el sacrificio de los pobres, de los enfermos, de los viejos,
del que has hecho oro —también, del sacrificio has
hecho
oro. Vos, Señor, que habéis querido como se quieren
los pueblos, compadeceos de este desear el Mundo
con el corazón de mujer: piso tierra de tierras, beso
tierra de tierras porque habéis revelado a los sencillos
todo aquello
que habéis ocultado a los sabios y a los entendidos —también
a los dioses, también a todos los dioses. Vos, Señor,
que habéis hecho rubís y zafiros de todos mis pecados,
compadeceos de este desear el Mundo con vientre
de mujer: profetizo —también / Yo / profetizo. Vos,
que me habéis mandado escandirme el sexo hasta desdecirlo,
compadeceos del fracaso de los hombres.
Amén.
(De Bijuteria, 2020)
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