Junto al Palancia, bajo la sombra de un árbol,
abatido yace uno de ellos y lo creen dormido de cansancio;
cuando van a despertarlo, frío como el mármol lo encuentran,
y ven a una serpiente desenroscarse de su axila.
En la plácida umbría que Zakinthos moja con su sangre,
allí, humedecida con la sangre de mártires, brotará un palmar,
el palmar de Sagunto, de hoja inmarchitable,
a cuya sombra a España le place sollozar.
(De L'Atlàntida, Cant X, "La nova Hespèria", 1877)
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