EJERCICIO PARA CUATRO MANOS
Siempre es igual: el miedo…, la guerra…
y el miedo, como una mancha de aceite.
Siempre son parecidas esas palomas
de la leve ramita de olivo.
y la fe del pueblo que querría
repartirse la paz equitativamente,
cuando no llega para llenar tantas manos.
(Palomas cansadas, palomas de feria
con la justa medida de plomo en el corazón.)
Yo lloré ayer, tú lloras ahora
y otro, aún no sabemos quién,
llorará quizá después.
El hambre y el sudor que moja los cuerpos
tienen aquí una escala de valores,
pero en mí crece el miedo por todos los hombres.
TANTO SILENCIO
Escribes, y aún no te sale
lo que querías decir,
lo que tienes dentro
desde siempre, como una astilla
de vidrio. Y te duele tanto
silencio como escondes
hoy a flor de piel
sin poder quitártelo,
y esta cuartilla blanca
que es un desafío al diálogo
entre los hombres y tú,
y la tinta aguada
y vieja que se borrará
nada más escribir “bandera”,
“patria”, “humo”, “exilio”…
Me he vaciado de palabras, como quien vomita
de madrugada en un callejón con luz de gas.
Ay, también hubiera llorado si las lágrimas
fuesen una cosa disponible y a mano,
--como la llave de casa, el paquete de cigarrillos,
un billete de autobús—y nos lo pudiéramos sacar
del bolsillo o del capazo de ir a la plaza.
Ahora mi garganta, definitivamente,
es un camino de corcho, y los labios están fríos
y han comenzado a resquebrajarse como un cántaro viejo,
pues ya estaba muy harta del “buen día”, “páselo bien”,
“vámonos a la playa”, “dame un beso”, “si”, “no”.
Estaba harta de las conversaciones ligeras
con las que podríamos formar un volumen en dozavo,
y aún nos quedaría un buen montón de hojas
para hacer cucuruchos y llenarlos de altramuces.
Claro, que todo eso quiere decir que hilo muy fino
y que algunos días me entierra la tristeza,
porque, realmente, nada me parece tan verdadero como un
sueño
o como las flores marchitas que guardamos años y años.
A veces, para romper el tedio y la rutina,
pintaría muñecos por todas las fachadas
pringaría arcángeles con arrope y aguamiel,
pero… al mismo tiempo me sujeto las manos y lo dejo correr.
(De Conjugació en primera persona, 1969)