viernes, 22 de noviembre de 2024

TRES POEMAS, de CARMELINA SÁNCHEZ CUTILLAS

 


EJERCICIO PARA CUATRO MANOS

 

Siempre es igual: el miedo…, la guerra…

y el miedo, como una mancha de aceite.

 

Siempre son parecidas esas palomas

de la leve ramita de olivo.

y la fe del pueblo que querría

repartirse la paz equitativamente,

cuando no llega para llenar tantas manos.

 

(Palomas cansadas, palomas de feria

con la justa medida de plomo en el corazón.)

 

Yo lloré ayer, tú lloras ahora

y otro, aún no sabemos quién,

llorará quizá después.

 

El hambre y el sudor que moja los cuerpos

tienen aquí una escala de valores,

pero en mí crece el miedo por todos los hombres.

 

 

TANTO SILENCIO

 

Escribes, y aún no te sale

lo que querías decir,

lo que tienes dentro

desde siempre, como una astilla

de vidrio. Y te duele tanto

silencio como escondes

hoy a flor de piel

sin poder quitártelo,

y esta cuartilla blanca

que es un desafío al diálogo

entre los hombres y tú,

y la tinta aguada

y vieja que se borrará

nada más escribir “bandera”,

“patria”, “humo”, “exilio”…

 

 

 LO DEJO CORRER

 

Me he vaciado de palabras, como quien vomita

de madrugada en un callejón con luz de gas.

Ay, también hubiera llorado si las lágrimas

fuesen una cosa disponible y a mano,

--como la llave de casa, el paquete de cigarrillos,

un billete de autobús—y nos lo pudiéramos sacar

del bolsillo o del capazo de ir a la plaza.

 

Ahora mi garganta, definitivamente,

es un camino de corcho, y los labios están fríos

y han comenzado a resquebrajarse como un cántaro viejo,

pues ya estaba muy harta del “buen día”, “páselo bien”,

“vámonos a la playa”, “dame un beso”, “si”, “no”.

Estaba harta de las conversaciones ligeras

con las que podríamos formar un volumen en dozavo,

y aún nos quedaría un buen montón de hojas

para hacer cucuruchos y llenarlos de altramuces.

 

Claro, que todo eso quiere decir que hilo muy fino

y que algunos días me entierra la tristeza,

porque, realmente, nada me parece tan verdadero como un sueño

o como las flores marchitas que guardamos años y años.

 

A veces, para romper el tedio y la rutina,

pintaría muñecos por todas las fachadas

pringaría arcángeles con arrope y aguamiel,

pero… al mismo tiempo me sujeto las manos y lo dejo correr.


(De Conjugació en primera persona, 1969)





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