Por camino de huertos
vamos a la playa,
por camino de huertos
mudos son los pasos.
Caminito estrecho,
ringlera de cañas,
la frescura del verde
refresca la cara…
Ha llegado el tiempo
de las calandrias,
del cielo desgarrado
al caer de la tarde:
la uva ya tiene
dulzona la carne…
Ha llegado el tiempo
del frío en la barca;
ha llegado el tiempo
de las añoranzas…
Por camino de huertos
se despierta el alma,
el corazón se endulza,
la vista es más clara,
se ve poco a poco
a su paso la vida;
en la frente las espinas
se van con la brisa;
en las manos los clavos
son rosas moradas.
Todo el sufrimiento
es fresco como agua,
es dulce como el viento
y el verde de las cañas…
Ha llegado el tiempo
de esperar la gracia,
de mirar la mar
y los pájaros que pasan…
Ha llegado el tiempo
de sentirse el alma
sin amor ni gozo,
ni duelo ni venganza;
el alma que ríe
porque el agua es clara,
porque hay un laúd
con la vela blanca;
porque en la sazón
la miel maduraba,
y el olivar
se ha vuelto de plata…
Ha llegado el tiempo
de sentir en la cara
el caminito empapado
que abre una lágrima
porque todo es puro
y todo acaricia,
porque el cielo es azul
y es azul la mar.
(De Cançons de rem i de vela, 1923)