Te amo, oh piadoso buey; y un sentimiento manso
de vigor y de paz a mi corazón infundes,
oh qué solemne, como un monumento,
miras los campos libres y fecundos.
Oh, que al yugo inclinándote contento
la ágil obra del hombre gravemente secundas:
él te reprende y te golpea, y tú con el lento
giro de tus pacientes ojos respondes.
De tu larga nariz húmeda y negra
humea tu espíritu, y como un himno feliz
el mugido en el sereno aire se pierde;
Y del grave ojo glauco dentro de la austera
dulzura se refleja amplio y quieto
el divino silencio verde de los campos.
(De Rime nuove, 1887)
No hay comentarios:
Publicar un comentario