Tengo en mi corazón un hormigueo de versos.
Mis manos me hormiguean de versos,
y a toda hora las miro y no veo nada.
Hay días que temo hablar con los amigos
e incluso temo morder el pan y la fruta
por no desvanecer el hormigueo de versos
que llevo debajo de la piel y a flor de labios.
Tengo en la garganta, en el pulso, un hormigueo de versos,
y en las piernas también; estas piernas
que por los versos me tiemblan tan levemente
como si acabara de levantarme de yacer con un hombre.
(De Conjugació en primera persona, 1969)
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