La vida no duele siempre,
puede desgarrarte las velas, robarte el timón,
matar tus compañeros uno a uno,
juguetear a los cuatro vientos con tu barco,
abrasarte, secarte el corazón
como la menguada oblea que te queda,
para regalarte en la hora
del último naufragio
sobre tus vergüenzas de viejo
los grandes ojos, el radiante
enamorado estupor
de Nausícaa.
(De L'amaro miele, 1982)
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